martes, 25 de junio de 2013

La cesura de tu boca.

Desperté en el camposanto. Hubiera querido que fuera tu cuerpo. 
Amanecí en el lugar testigo de nuestra segunda y última vez. Conservó la humedad de tu sexo adolescente, de tus lágrimas fatuas. La eternidad esperó demasiado tu paso lento y el mío. La temperatura de la cama te involucró enseguida. Era inevitable no acordarme de ti. Sobre todo por los cuatro años que llevo pensándote: con aplomo, con la calma que tu borrasca tras de sí dejó. 
Te memorizo; de lóbulo a talón. Pudiera edificarte como a una Venus o una Tonantzin y no habría diferencia arqueológica entre ambas así pasaran mil años. Un día como hoy nació Orwell y murió Foucault y un día como hoy vivimos la cesura en nuestra historia. La pausa serena de un suceso que se cuenta a medias. 
Soy terco, molesto. Soy un temporal que arrasa una cosecha mal habida. Un sol que agosta la siega. Una ventana al pasado. Una ventana entreabierta. Una cicatriz que no convalece. Que no desiste ni busca hacerlo. Una pieza mas de tu flanco anticuario. Un costado anegado que necesita respirar. 
Vuelvo a la necrópolis. Me instalo. Me recuesto en el dolmen. Mi olfato se aloja y tu alusión fragante me desbrava, me templa, me desarticula. Me recuerda el paréntesis que estos años significan. Que debo volver porque tu no vas a hacerlo.

domingo, 23 de junio de 2013

No te salves.

La lluvia me arroja a tus brazos con violencia, arribo a ellos confuso, me recibes con tedio.
No ves siquiera el largo camino que tracé sólo para ti, para llegar a ti, para habitarte sin recelo.
Gasté toda mi saliva en el camino. He llegado seco. Metí en mi boca un bosque enorme cuando decidí buscarte y vengo ahora masticando mis desérticas palabras.
Llegada la hora te marchas, me marcho yo también. Tengo la mínima dignidad de hacerlo. Llevas años acumulando saliva para escupirme. Llevas demasiadas noches recolectando la letal indiferencia que te mantiene distante. Así nos queremos y así nos recordamos. Construimos el pasado que queríamos recordar ahora. Y ahora nos alcanza. Es rápido, somos lentos. Hemos bajado el ritmo. Queremos que nos alcance, queremos que nos arroje a ambos brazos. Quiero confundirme entre tu basto bosque. Quieres recibir al caminante que con paso autista descubrió el paisaje que tu misma no conocías de ti. Me retiro a conocerme. A darte tiempo de que lo hagas también. Es aplastante la soledad que nos consume. Llega un huésped oportunista, te recorre, te hace olvidarme, no imagina el fuego que abrasa al bosque entero. Le teme. Besa tu vientre con la boca sucia. Ve en lo que yo veo un milagro, una catástrofe. Camina tus cenizas y maldice el incendio que ambos provocamos. Quiere reparar tu suelo lastimado. No sabe prenderte en llamas. No permite que renazcas. No construye porque no sabe destruir. Patalea en tu entrepierna combustible. Adora y envidia la chispa que en mis manos yace. Continúan. Continuo.
Me pierdo y me encuentro.
No me salvo. Me torturo hasta tener el coraje de recuperarte. De reclamar tu geografía.
Voy por ti.

martes, 28 de mayo de 2013

Dinero, puto dinero.

La moneda, tatuaje histórico, se vio condenada a renovarse constantemente. Así también le sucedieron las modas y caprichos que vieron como este proceso se encarnaba en el inconsciente humano, en los nuevos hábitos, en la preservación de viejas costumbres. Los mártires siguieron disfrazando su salvaje sadismo, las cruces se amoldaron a los nuevos químicos, las cortinas se hicieron cada vez más densas hasta anonimatizar la vida privada. Los fetiches y filias se vieron encubiertas y listas para evolucionar junto con las nuevas tecnologías. Nos segregamos cada vez más, hasta que el odio tomó un significado distinto. Llegadas las herramientas que nos proveen información verídica olvidamos la ceguera como obstáculo habitual y tomamos la apatía como nueva traba. Para sentirnos generalizadamente correctos con una idea común. No la llamaría doctrina, filosofía tampoco. No la llamaría. Y la energía inagotable que representa el factor humano focalizó todo su esfuerzo en preservar hasta el final de los tiempos: los almuerzos tibios, la decadencia espiritual, la esclavitud informática, los silencios provocados, la negación instantánea, la antipatía astronómica, la desconexión con la naturaleza.


¿Pero qué importa saber todo esto? Si mañana nos levantaremos, nos miraremos al espejo, nos arreglaremos para salir a jugar nuestro papel al escenario, para obtener la tan ansiada moneda, para añadirnos a la marcha de la coincidencia y patalear de coraje insertos en la farsa. Sobreviviendo a nuestra manera, siendo felices de la única manera que se nos enseño a serlo.

sábado, 25 de mayo de 2013

Santa mierda

¿Qué horas de cagar son éstas?
Te defeco porque ayer te comí. He digerido con minuta paciencia tus argumentos. Han pasado ya por mi esófago, por mis entrañas, por mi aparente necesidad de olvidarte.
Si te defeco es porque me alimentaste mucho tiempo. Te dedicaste a trazar mi canibal destino. Guardaste para mi el ultimo aliento que tomé por postre.
Si defeco es porque todo esto ha terminado. Ha terminado al menos para mi.
Tengo mucho de que hablarte. Mucho espacio libre: en los intestinos, en el duelo, en el desapego, en el haz de mierda que tras de si dejó tu ausencia.

viernes, 17 de mayo de 2013

Lucubración espontánea.


El artesano decora su muerte y la muerte llora, la injusticia del genocidio y la eutanasia, el placer público.
Las vaginas pastan, caníbales, se buscan unas a otras, se entienden, fingen hacerlo.
El hombre sin mas palabra que el aliento sopla un discurso árido, tose en busca de eco, busca entenderse.
La ciudad sigue ensuciandose, se erigió sucia, se intentó lavar con lluvia, fracasó. Continuó sucia su camino: por la historia, por el falso urbanismo, por la breve intención de tentar al tiempo.
Las estaciones se sucedieron. Los almuerzos también. Los trinos se volvieron interludio entre la paz habitual con que se yace en el vientre y la postura frigida del intermediario labil que asegura comunicarse con dios.
El álgebra de las piernas de todas las mujeres sobre los hombros de miles de errantes, debajo de un denso equipaje de invierno impaciente. A lo lejos nada lejos para dos piernas demasiado bien estudiadas por la ciencia y el conocimiento público.
Entrando en la entrepierna una cueva, dentro de ella cientos de ángulos que abstraídos muestran evidencia de la evolución de las habitaciones y otras formas de vvir la soledad, la seguridad y el anonimato. De las erecciones privadas y la posesión necesitada de dirección y sentido. Mas adelante la sombra de un espejo roto. Le miras y su sombra se ha convertido en la tuya. Te metes el vidrio roto a la boca y te sabe a sangre y la sangre a hierro. No te permites un segundo de nada. La nada era prótesis de la futilidad para entonces.

domingo, 5 de mayo de 2013

Teorema de tu cicatriz.

Espérame aquí. Con tu silueta obvia de sol desbaratado, con los labios deshechos de incertidumbre, con el peso insoportable de la cultura occidental sobre tus hombros, con el vientre intacto de dolor. 
Espérame horrorizada de un viento que es apasiblemente desvirtuado por el sonido. Esperame con espiritu de licuadora cansada de gritar. Que me espere tu sombra y su terca compañera pegada a sus pies.
 Yo te espero. Cuento las hojas que caen, los nidos, los capullos, las vueltas que nos da la luna, tus pocas maneras de no pensarme. Me cuento tu nueva vida que en cualquier momento vuelves a matar.
Apago la luz y te espero. 
Tienes que volver.
Tienes que volver porque te espera el abismo que aquí dejaste. 
Para que vuelvas a llenarlo.

domingo, 10 de marzo de 2013

Trópicos y meridianos.

Nos quedaron nomás los recuerdos, como bien advertía su abuelo mientras miraba nuestras caras inocentes y resbaladizas de llanto.  Yo nunca la entendí, ni a ella, ni a ninguna.  Lo que si llegué a desenmarañar con minuta astucia fueron sus ojos vacuos, aquellos que reflejaban lo que los demás querían, sólo eso.  No sabes como es aquella mirada hasta que la tienes bien cerquita, en la intimidad de ambas mentiras que llamábamos vidas.  Es como ver un androide, que alguna vez tuvo conciencia, antes  que la marihuana le detonara la esquizofrenia, antes incluso que cogiera en azoteas desconocidas, antes de descolgar los viejos diplomas y reconocimientos del abuelo sabio y cansado.  Mi manera de vernos a futuro fue siempre anticipada al dolor y a nuestros rencores conjuntos.  No me sorprendió cuando se fue, cuando le vi marchar con los tacones llenos de lodo, al ritmo de un corazón desbaratado, con la espalda moteada de una lluvia inquieta.  Después de eso habité con desgana todos los brazos que me acogieron, caminé confundido las calles que hicimos calendario, me quedé con los recuerdos, con la ilusión de que ella hiciera lo mismo.