martes, 18 de marzo de 2014

Mujer violenta

Días de carnaval entre tu y yo. Días de curados; de fresa, de piña, de apio. Días de pozole. 
 Carrufos de marihuana, limones anaranjados, lunas escandalosas.
  Posiblemente la conocia ya de otra vida. Me lo digo y pasa voraz como una arpía.
   Revisto este plumaje corto que me dio mi padre. A volar no me enseñaron. 
El cielo en su totalidad me lo mostró ella.    Treta a treta vamos aligerando el vuelo. El impaciente vuelo de regreso a casa. 
De madrugada se hacen extrañar las cosas, las personas, los objetos añadidos a ellas. Pensé el volatil curso de mis andadas cuando le tomaba la cadera.   Y cada punto negro salpicado en su piel siendo el valor agregado de las musas mas sutiles. 
Aquel verbo, aquel nido, aquel cuello. Aquella patria que son sus senos.

Ni una mirada mas me aguanta la salvaje niña de cabellos negros
Azota un grito al fiero paso de una leona hambrienta de pasion y celos.
Rie y corre, no lamenta heridas hondas,  brinco a brinco le desgarro el velo
Un minuto tras de otro. [Tiq-toq] Arruina mi vida mujer de ensueño.

Pasaron tres horas, una sin ella, otras dos también. 
Cae la noche y un destello en el mero cielo le adorna a la mujer violenta.
El paisaje que le calza. Sereno y matinada.
Escapa de mis sueños. Dame el manual del desencanto.
Rompe mis párpados con las yemas. Ten piedad silueta cruenta.



...Soy sin ella sol marchito. Soy canibal, soy un cristo.

lunes, 3 de marzo de 2014

Sangre de mi corazón

Dormir cien años abrazado a ti y al despertar contartelo todo. Platicar del tiempo.
Recargar los labios parlanchines en el cartílago de tu oreja. El pecho llano y debajo las costillas engranadas. El cabello enmarañado bien resguardado por una nuca cálida y ligeramente húmeda. Los muslos suaves bocetando la calma del bosque a luz de luna. Un saludo y un adiós en la carne magra de tu boca.  Mujer libre, creadora de vida, huracán sin nombre, sangre de mi corazón.
Diluye mi cuerpo en el tuyo. Explícame el origen de las cosas. Duerme arriba de mi.
Llega la noche y ya son costumbre mis manos rodeando tu cadera. Diciéndote te espero.
Con el oído muy atento al latido firme. Los ojos contemplativos. El olfato agudo de afrodisiaco. La boca sedienta de ti. Yo te esperaba todos los días que no estaba para nadie. Guardé muchos abrazos. Muchos "te quiero". Me escondí muchas risas también. Nadie conoce mi risa tan bien como tu.
Pasan los días, y en esa eternidad que son sus ojos, observo un lado mío que el espejo no me deja ver.
En aquel rincón que somos tu y yo recostados, suceden un mar de cosas. Ahí aprendí a amar. Aprendí a valorar. Me olvidé de tantas cosas por darle un lugar en mi memoria a mis días contigo.
Eres fuego y eres brisa. Eres la humildad y la rabia del sol.