miércoles, 26 de junio de 2013

Día dos.

Si nos miramos con detenimiento nos daremos cuenta de lo poco que hemos cambiado, muy a pesar de las líneas que se trazan, en las muecas que venimos ensayando toda la vida. Si el temor o el estrés o ya ni digamos el placer nos lo permite podemos olfatear las feromonas que de sí han dado en el anonimato de nuestros desatinos. Me permito abrirme paso.
-¿Porqué no?- Me tolero enamorarme otra vez de ti.
Reanudaste el paso, y yo mas bien, caminé hacia atrás. Planté mis pies en tus huellas todavía incandescentes.
-¿A dónde llevan?-
Esta casa susurra tu nombre. Los habitantes lo callan.
-¿Te acuerdas del kiosco de chapultepec?- Dijiste que mi nariz era hermosa. Me lo dijiste acostada en mis piernas. Me recordaste mi primer amor. Aquella güera sobrina de Isabel Madow. Sólo que ésta vez era en verdad mi primer amor.  Y si después me lo dijeron otros labios no sentí lo mismo.
Continuo mis andanzas hacia atrás. Procuro encajar mis dedos con detalle sobre el surco de los tuyos.
Escucho un grillo cantando. Entonando su breve estancia en la tierra. Me recuerda a tu abuelito. Cuando se despidió de nosotros. Cuando al fin pudo ver mi rostro.
Siento que ya estoy llegando y puedo jurar que hay alguien detrás mío.
-¿Eres tú?-
Si tengo el atrevimiento voy a voltear para descubrirlo.
Si tengo la paciencia voy a esperar tu marcha reversa y observar como tu espalda no se va si no regresa.
Ambas son la muerte asegurada.
Me parece bien. Ya estoy muerto.

martes, 25 de junio de 2013

La cesura de tu boca.

Desperté en el camposanto. Hubiera querido que fuera tu cuerpo. 
Amanecí en el lugar testigo de nuestra segunda y última vez. Conservó la humedad de tu sexo adolescente, de tus lágrimas fatuas. La eternidad esperó demasiado tu paso lento y el mío. La temperatura de la cama te involucró enseguida. Era inevitable no acordarme de ti. Sobre todo por los cuatro años que llevo pensándote: con aplomo, con la calma que tu borrasca tras de sí dejó. 
Te memorizo; de lóbulo a talón. Pudiera edificarte como a una Venus o una Tonantzin y no habría diferencia arqueológica entre ambas así pasaran mil años. Un día como hoy nació Orwell y murió Foucault y un día como hoy vivimos la cesura en nuestra historia. La pausa serena de un suceso que se cuenta a medias. 
Soy terco, molesto. Soy un temporal que arrasa una cosecha mal habida. Un sol que agosta la siega. Una ventana al pasado. Una ventana entreabierta. Una cicatriz que no convalece. Que no desiste ni busca hacerlo. Una pieza mas de tu flanco anticuario. Un costado anegado que necesita respirar. 
Vuelvo a la necrópolis. Me instalo. Me recuesto en el dolmen. Mi olfato se aloja y tu alusión fragante me desbrava, me templa, me desarticula. Me recuerda el paréntesis que estos años significan. Que debo volver porque tu no vas a hacerlo.

domingo, 23 de junio de 2013

No te salves.

La lluvia me arroja a tus brazos con violencia, arribo a ellos confuso, me recibes con tedio.
No ves siquiera el largo camino que tracé sólo para ti, para llegar a ti, para habitarte sin recelo.
Gasté toda mi saliva en el camino. He llegado seco. Metí en mi boca un bosque enorme cuando decidí buscarte y vengo ahora masticando mis desérticas palabras.
Llegada la hora te marchas, me marcho yo también. Tengo la mínima dignidad de hacerlo. Llevas años acumulando saliva para escupirme. Llevas demasiadas noches recolectando la letal indiferencia que te mantiene distante. Así nos queremos y así nos recordamos. Construimos el pasado que queríamos recordar ahora. Y ahora nos alcanza. Es rápido, somos lentos. Hemos bajado el ritmo. Queremos que nos alcance, queremos que nos arroje a ambos brazos. Quiero confundirme entre tu basto bosque. Quieres recibir al caminante que con paso autista descubrió el paisaje que tu misma no conocías de ti. Me retiro a conocerme. A darte tiempo de que lo hagas también. Es aplastante la soledad que nos consume. Llega un huésped oportunista, te recorre, te hace olvidarme, no imagina el fuego que abrasa al bosque entero. Le teme. Besa tu vientre con la boca sucia. Ve en lo que yo veo un milagro, una catástrofe. Camina tus cenizas y maldice el incendio que ambos provocamos. Quiere reparar tu suelo lastimado. No sabe prenderte en llamas. No permite que renazcas. No construye porque no sabe destruir. Patalea en tu entrepierna combustible. Adora y envidia la chispa que en mis manos yace. Continúan. Continuo.
Me pierdo y me encuentro.
No me salvo. Me torturo hasta tener el coraje de recuperarte. De reclamar tu geografía.
Voy por ti.