domingo, 23 de junio de 2013

No te salves.

La lluvia me arroja a tus brazos con violencia, arribo a ellos confuso, me recibes con tedio.
No ves siquiera el largo camino que tracé sólo para ti, para llegar a ti, para habitarte sin recelo.
Gasté toda mi saliva en el camino. He llegado seco. Metí en mi boca un bosque enorme cuando decidí buscarte y vengo ahora masticando mis desérticas palabras.
Llegada la hora te marchas, me marcho yo también. Tengo la mínima dignidad de hacerlo. Llevas años acumulando saliva para escupirme. Llevas demasiadas noches recolectando la letal indiferencia que te mantiene distante. Así nos queremos y así nos recordamos. Construimos el pasado que queríamos recordar ahora. Y ahora nos alcanza. Es rápido, somos lentos. Hemos bajado el ritmo. Queremos que nos alcance, queremos que nos arroje a ambos brazos. Quiero confundirme entre tu basto bosque. Quieres recibir al caminante que con paso autista descubrió el paisaje que tu misma no conocías de ti. Me retiro a conocerme. A darte tiempo de que lo hagas también. Es aplastante la soledad que nos consume. Llega un huésped oportunista, te recorre, te hace olvidarme, no imagina el fuego que abrasa al bosque entero. Le teme. Besa tu vientre con la boca sucia. Ve en lo que yo veo un milagro, una catástrofe. Camina tus cenizas y maldice el incendio que ambos provocamos. Quiere reparar tu suelo lastimado. No sabe prenderte en llamas. No permite que renazcas. No construye porque no sabe destruir. Patalea en tu entrepierna combustible. Adora y envidia la chispa que en mis manos yace. Continúan. Continuo.
Me pierdo y me encuentro.
No me salvo. Me torturo hasta tener el coraje de recuperarte. De reclamar tu geografía.
Voy por ti.

No hay comentarios: