lunes, 3 de marzo de 2014

Sangre de mi corazón

Dormir cien años abrazado a ti y al despertar contartelo todo. Platicar del tiempo.
Recargar los labios parlanchines en el cartílago de tu oreja. El pecho llano y debajo las costillas engranadas. El cabello enmarañado bien resguardado por una nuca cálida y ligeramente húmeda. Los muslos suaves bocetando la calma del bosque a luz de luna. Un saludo y un adiós en la carne magra de tu boca.  Mujer libre, creadora de vida, huracán sin nombre, sangre de mi corazón.
Diluye mi cuerpo en el tuyo. Explícame el origen de las cosas. Duerme arriba de mi.
Llega la noche y ya son costumbre mis manos rodeando tu cadera. Diciéndote te espero.
Con el oído muy atento al latido firme. Los ojos contemplativos. El olfato agudo de afrodisiaco. La boca sedienta de ti. Yo te esperaba todos los días que no estaba para nadie. Guardé muchos abrazos. Muchos "te quiero". Me escondí muchas risas también. Nadie conoce mi risa tan bien como tu.
Pasan los días, y en esa eternidad que son sus ojos, observo un lado mío que el espejo no me deja ver.
En aquel rincón que somos tu y yo recostados, suceden un mar de cosas. Ahí aprendí a amar. Aprendí a valorar. Me olvidé de tantas cosas por darle un lugar en mi memoria a mis días contigo.
Eres fuego y eres brisa. Eres la humildad y la rabia del sol.

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