martes, 28 de mayo de 2013

Dinero, puto dinero.

La moneda, tatuaje histórico, se vio condenada a renovarse constantemente. Así también le sucedieron las modas y caprichos que vieron como este proceso se encarnaba en el inconsciente humano, en los nuevos hábitos, en la preservación de viejas costumbres. Los mártires siguieron disfrazando su salvaje sadismo, las cruces se amoldaron a los nuevos químicos, las cortinas se hicieron cada vez más densas hasta anonimatizar la vida privada. Los fetiches y filias se vieron encubiertas y listas para evolucionar junto con las nuevas tecnologías. Nos segregamos cada vez más, hasta que el odio tomó un significado distinto. Llegadas las herramientas que nos proveen información verídica olvidamos la ceguera como obstáculo habitual y tomamos la apatía como nueva traba. Para sentirnos generalizadamente correctos con una idea común. No la llamaría doctrina, filosofía tampoco. No la llamaría. Y la energía inagotable que representa el factor humano focalizó todo su esfuerzo en preservar hasta el final de los tiempos: los almuerzos tibios, la decadencia espiritual, la esclavitud informática, los silencios provocados, la negación instantánea, la antipatía astronómica, la desconexión con la naturaleza.


¿Pero qué importa saber todo esto? Si mañana nos levantaremos, nos miraremos al espejo, nos arreglaremos para salir a jugar nuestro papel al escenario, para obtener la tan ansiada moneda, para añadirnos a la marcha de la coincidencia y patalear de coraje insertos en la farsa. Sobreviviendo a nuestra manera, siendo felices de la única manera que se nos enseño a serlo.

sábado, 25 de mayo de 2013

Santa mierda

¿Qué horas de cagar son éstas?
Te defeco porque ayer te comí. He digerido con minuta paciencia tus argumentos. Han pasado ya por mi esófago, por mis entrañas, por mi aparente necesidad de olvidarte.
Si te defeco es porque me alimentaste mucho tiempo. Te dedicaste a trazar mi canibal destino. Guardaste para mi el ultimo aliento que tomé por postre.
Si defeco es porque todo esto ha terminado. Ha terminado al menos para mi.
Tengo mucho de que hablarte. Mucho espacio libre: en los intestinos, en el duelo, en el desapego, en el haz de mierda que tras de si dejó tu ausencia.

viernes, 17 de mayo de 2013

Lucubración espontánea.


El artesano decora su muerte y la muerte llora, la injusticia del genocidio y la eutanasia, el placer público.
Las vaginas pastan, caníbales, se buscan unas a otras, se entienden, fingen hacerlo.
El hombre sin mas palabra que el aliento sopla un discurso árido, tose en busca de eco, busca entenderse.
La ciudad sigue ensuciandose, se erigió sucia, se intentó lavar con lluvia, fracasó. Continuó sucia su camino: por la historia, por el falso urbanismo, por la breve intención de tentar al tiempo.
Las estaciones se sucedieron. Los almuerzos también. Los trinos se volvieron interludio entre la paz habitual con que se yace en el vientre y la postura frigida del intermediario labil que asegura comunicarse con dios.
El álgebra de las piernas de todas las mujeres sobre los hombros de miles de errantes, debajo de un denso equipaje de invierno impaciente. A lo lejos nada lejos para dos piernas demasiado bien estudiadas por la ciencia y el conocimiento público.
Entrando en la entrepierna una cueva, dentro de ella cientos de ángulos que abstraídos muestran evidencia de la evolución de las habitaciones y otras formas de vvir la soledad, la seguridad y el anonimato. De las erecciones privadas y la posesión necesitada de dirección y sentido. Mas adelante la sombra de un espejo roto. Le miras y su sombra se ha convertido en la tuya. Te metes el vidrio roto a la boca y te sabe a sangre y la sangre a hierro. No te permites un segundo de nada. La nada era prótesis de la futilidad para entonces.

domingo, 5 de mayo de 2013

Teorema de tu cicatriz.

Espérame aquí. Con tu silueta obvia de sol desbaratado, con los labios deshechos de incertidumbre, con el peso insoportable de la cultura occidental sobre tus hombros, con el vientre intacto de dolor. 
Espérame horrorizada de un viento que es apasiblemente desvirtuado por el sonido. Esperame con espiritu de licuadora cansada de gritar. Que me espere tu sombra y su terca compañera pegada a sus pies.
 Yo te espero. Cuento las hojas que caen, los nidos, los capullos, las vueltas que nos da la luna, tus pocas maneras de no pensarme. Me cuento tu nueva vida que en cualquier momento vuelves a matar.
Apago la luz y te espero. 
Tienes que volver.
Tienes que volver porque te espera el abismo que aquí dejaste. 
Para que vuelvas a llenarlo.

domingo, 10 de marzo de 2013

Trópicos y meridianos.

Nos quedaron nomás los recuerdos, como bien advertía su abuelo mientras miraba nuestras caras inocentes y resbaladizas de llanto.  Yo nunca la entendí, ni a ella, ni a ninguna.  Lo que si llegué a desenmarañar con minuta astucia fueron sus ojos vacuos, aquellos que reflejaban lo que los demás querían, sólo eso.  No sabes como es aquella mirada hasta que la tienes bien cerquita, en la intimidad de ambas mentiras que llamábamos vidas.  Es como ver un androide, que alguna vez tuvo conciencia, antes  que la marihuana le detonara la esquizofrenia, antes incluso que cogiera en azoteas desconocidas, antes de descolgar los viejos diplomas y reconocimientos del abuelo sabio y cansado.  Mi manera de vernos a futuro fue siempre anticipada al dolor y a nuestros rencores conjuntos.  No me sorprendió cuando se fue, cuando le vi marchar con los tacones llenos de lodo, al ritmo de un corazón desbaratado, con la espalda moteada de una lluvia inquieta.  Después de eso habité con desgana todos los brazos que me acogieron, caminé confundido las calles que hicimos calendario, me quedé con los recuerdos, con la ilusión de que ella hiciera lo mismo.

sábado, 14 de julio de 2012

Los pasos de mi fastidio

Ante la orilla de tus manos incandescentes se traza el equador de tus desvelos
  y ahora que tus manos son barrica me sustentan el desdén de tus senos descuidados.
Con que facilidad me arrojas a la volcada imagen de tu rostro destellado en  las mareas,
 pero aquí vamos otra vez cojeando, para ver a que hora se nos rompe la muleta,
 aquí andamos masticando la contingencia de la avenida que nos arrojo iracunda y tardará obcecadas    bocanadas en tragarnos.
Si vienes hazme creer que fue un error, que encontraste en las ramas de mi casualidad tu encanto,
 que ya no es necesario olvidar atar las agujetas para tropezar y encontrarme en el suelo,
  ya obligado a soportar tus manotazos.
Ya la nieve se cansó de ser huella de tu paso entorpecido,
 ya los derredores de mi boca se ven desmejorados.
Sin reparos va la caravana de un millar que no supo ser más que procesión,
 que no permitió encontrar tus restos,
 ahí quédate entonces, ahí quédate recostada en los escombros,
 ya la tierra sabrá que hacer contigo,
ya sabré despedirme de la estación que no encontró coraje en ambos meridianos.

Amores Caporales

Y se respira una tristeza absolutoria cada vez que me lo cuento,  cuando logro quitar la traba de la puerta no hay más que el temporal cantando a centelladas, el mismo hecatombe trémulo, el mismo estruendo indeciso donde lo había dejado.
Yo intento no mojarme pero más no puedo hacer por ésta viscera obstinada que no piensa quedarse, tal vez descifré muy tarde ese susurro que encubriste con el roce de tu boca, no comprendí ese arranque en tu mirada fomentando mi estrabismo, esa invitación a redescubrir tu geografía que no es más que acumular saliva de semanas sin probar bocado, tuve entonces el atrevimiento de cruzar ese campo minado que es tu cuerpo, me embolsé los cubiertos para comerte a dentelladas, y entonces me vi quizá como el caos me concibió en un rincón de la creación, donde acaso emprendí el revoloteo, donde la raíz se invierte, para entonces regresar al embrollo de nuestras caricias, al collage de sábanas donde convergemos, donde dimos nueva descripción al mundo.