domingo, 23 de septiembre de 2018

De quien se esconde de la lluvia.

Odio cuando tiene novio y hace como que el mundo escucha sus plegarias. Odio también en su mirada esa tilde que lleva la ceja izquierda cuando le preguntan si está sola. De alguna manera son odio los recuerdos que tengo del olor de su bolsa una tarde por las colonias de moda. No se diga de la manera en que inclina su cabeza 75 grados hacia el cielo y finge pensar en él. Aunque en realidad piense que pensará la gente acerca de su amorío. Una vez encaramada en una relación se calla una mitad que revela para sus muertos. Si alguien sobrevivió a su paso recordará su porción de locura. Como se eclipsan sus ojos llenos de lujuria.  La dulzura de sus pies dando vueltas en el aire. Como un molino que se deja arrasar por los vientos y resuena sin cansarse. Su rechinar se escucha. Su risa que llena de recuerdos la casa. Y sus habitantes dando brochazos al infinito lienzo que demuestra ser su cuerpo. Otra llama mas secreta aun esconden sus rebeldes cabellos de los cuales se asoma un ojo medio apagado pero bastante curioso. Una mirada apática que recorre el mundo. Un cuello como de víbora que cambia su piel por temporada. Tiene sus muchos amigos que le hacen saber que no pisa las banquetas sola. Ella lo hace y a cada tranco reafirma el anterior y va construyendo así su paso como una maquina de vapor. Hubiera querido verle trastabillar a un lado del metro, o verle bailar un tango solitario que para el amanecer fuera milonga. Hubiera querido tocarle los pies con mis manos todavía adolescentes y lavárselos como un cristo. No la atendí lo suficiente, no pude darle lo mejor de mí. No sabía mis virtudes.  Como hubiera querido ser su compañero.
Tras decepciones, sobre ella me escribí una historia cuya mitad tuvo tiempo en lo que parecía mi felicidad y sobre aquella estructura me construí toda una tesis que no termina de escribirse.
El recato odio que en algún momento se declaró amor profundo, tuvo raíz que en su camino al fruto dejó semilla. El mismo sol que nos dio vueltas dio calor al grano y quemó la fruta. Y como un circulo enorme que se traza y da la forma de una línea infinita, como un horizonte que no acaba. Aquel circulo bosquejado y con dos partes opuestas , cada una en un extremo, así lo que parecían ser cosas distintas resultaron ser la mismas.
Aquel hijo que no tuvimos y cuya responsabilidad pareció caer por entero sobre de mi, creció, se hizo niño, se hizo púber, se hizo adolescente también. Se manifestó como lo sigue haciendo y seguramente seguirá haciéndolo en mi vida en muchas ocasiones. Cada resto, cada gesto recibido, cada sonrisa encontraban lugar en mi escucha, le di refugio en mis brazos, y en mis palabras encontró alivio.
Las noches que deliraba con encontrarte trajeron consigo las situaciones mas desafiantes para mi persona. Te empecé a recordar con toda tu fatalidad. Cerrando los ojos pude transportarme a aquel ensueño de esos días. Hay olores que me llevan a nuestras aventuras que no son pocas.
Lamento tanto mi estupidez.
Aún así en el recato odio que encarno y suelo representar casi todos los días me lleva a la acción.
Ni la reflexión más profunda me había hecho revirar de esta manera mi vida.
Como una revelación acaso miré nuestra muerte apenas nacíamos.
Lo que sea que represente el amor está en constante cambio y esa incertidumbre le hace perder su valor.
Entre nosotros no existe una expresión, solo recuerdos que se adaptan a nuevos deseos. 

martes, 18 de septiembre de 2018

Galimatías del engañado.

El artesano decora su muerte. Y la muerte llora la injusticia; del genocidio y la eutanasia.

                                                                 (1)

Se llamaba Abdul, medía 1.70 y tenía una voz angelical por no mencionar su cara. Sus labios delataban la prisa que llevaba al salir de casa. Sus manos duras la vida que hubo antes de cambiar su voz, su paso, su manera de ganar la vida. Cuando hablé con él se comparaba con cualquier mujer. Como cualquier mujer. Cosa que en un hombre es algo extraño.
La densa madrugada y el túnel cerrado. Decido acercarme y preguntarle como puedo pasar al otro lado.
- Que lastima que seas hombre. Me caes bien. Eres un hombre lindo
- Eso dicen todos. Yo quisiera estar en tu departamento. Dormir abrazados. Tener un hijo tuyo y abortarlo.
- No serías la primera.
- Eres muy guapo. Deberías hacer ejercicio. Ponerte en forma. Me recuerdas a alguien. Tienes unos ojos hermosos.
- Te los regalo.
Me despedí de Natividad o de Ximena o de Abdul y crucé el tunel y caminé. Como los camiones, como los vagabundos, como el río que debajo entubado duerme un coma, como ella  o él.
Al pasearme por debajo del puente. Sin perturbaciones ni agravios. Me acordé de ésta vida. La que hice mía. O la que quiso quedarse a mi lado. Ésta vida que la familia quiso privarme. Reprimirme conocer gente sincera. No la que sale a la luz del día. Ésa no siente mas que el paso conveniente que lo lleva al placer de un modo mecánico, casi metódico. Ésas personas sienten no otra cosa mas que la marcha de millares que son como una procesión inútil. Ésa gente nunca me interesó sino la que espera la noche y el silencio humano. La que acompaña el luto del mundo. La que sangra tanto como las veces que ha hecho sangrar. La que aguarda para descubrir el dialogo en sus vicios.
Leí un artículo hace tiempo de un psicoanalista famoso. Decía que las mujeres deben escribir su propia historia, componer su propia música, sus propias reglas vaya. Ésto debido a que lo que crean está sujeto a una plataforma masculina, "fálica" había escrito con énfasis el autor de dicha hipótesis. Tal artículo me remontó a la historia femenina que de los dos escribiste, si no por largos intervalos, el final en definitiva llevaba tu firma, tu firma roja de labios rotos.

Hace unas horas me decía mi padre que el abandono de las personas es un regalo personal. Un regalo para hundirte en la fascinacion del tiempo propio. Apoyo la filosofía y decido no hacerla mía. No todavía. No aún porque no logro curarme. No puedo pensar mi soledad como un regalo. La ausencia que dejó no fue algo que sus manos quisieran, ni construyeran. Fue el cauce del riachuelo joven y terco desembocado en un lago quieto y apartado del inmenso impulso que lo orilló a desembocar.

Mis deseos ya no son deseos. Ya no poseo las ganas de llegar a un fin. Me lamento por las muchas maneras de tu adiós. Para mí no lo fueron. Soy un egotista intrigado por la marea del azar que nos arrojó en la misma dirección sin atavios y el lodo que formamos con la arena. El proceso de traducir las olas y las caracolas que nos rodeaban es mi unico idioma.
Todos los días camino la misma secuencia; del zaguán al parque. Del parque al metro. De tu clavícula a mi cuello. De como logré enamorarte sin saber de tu existencia. De como todavia sigues enamorandome en cada detalle que encuentro de ti.
Metro Xola fue donde nos vimos por ultima vez. Ahí mismo me encontré paseando como un loco la estación. Vagón a vagón esperando tu vaho en mi espalda.
Se borró tu espalda curveada de mis manos. Los amaneceres platicando bajo las mismas sábanas. La criolla y el mestizo. Se esfumó todo y de mi no quedó nada.
Aquello que consideré de valor hoy en día son fierros viejos.
El polvo de la ventana me cuenta mas historias. El atardecer que cae encima de mi casa. El carácter del abuelo. Ruina a media ruina. Las ramas rotas. El rechazado social.
El remordimiento encontrará su hogar en mi cabeza. Para una mente tan alborotada no es sopresa sentirse así. Alguien que toma la vida tan enserio tiene siempre a cambio la moneda de la incertidumbre. Tu la mía en todo caso.
Subo al metro. A la hora en que sólo encuentras hombres. Todos flemáticos. Todos para el mismo rumbo. Todos con tedio.
Cuando el reloj decide aumentar el paso.
Son todas ellas, las mujeres, mera ficción del hombre a través del tiempo. Son el acertijo a resolver. Ellas lo saben. Conocen su poder. El vasto misterio que es su vientre.
Los hombres somos distintos. Nos buscamos la catársis. Cuando la boca no es bravata, masticamos con modestia. Cuando no somos poetas somos almas.

La diversidad y la genialidad están en el otro extremo. Donde ustedes mujeres siguen definiendo su belleza. Ahí donde su locura se difumina con ustedes mismas. La maravilla del ser humano son ustedes. La pagina delante. La primer azada.

                                                                   (2)

Me la he pasado dormido. Como aquellos días tristes. De los grices la gradación mas larga. Éstas horas sombrías contrastadas por jacarandas, por ciruelas y granadas. No hay dignidad en la decadencia dice el humano y arranca el fruto con la mano desgarbada.
A mi no me quedaron amigos. Me dejaron sin brazos y sin ganas. Soy un lobo estepario. Tengo dos colmillos. Cuando no cortan carne cortan el aire que respiro.
-Ay nos vemos- Dices con tal desfachatez que no puedo escribirlo bien.

A paso de torero herido en el patio de mi idilio, te olvido. Ya sé que no puedo. Si bien lo intento como tu lo haces. Como seguramente lo haz venido haciendo estos años. Ayer me ve tu madre como se mira algo extraño que volvió y no se esperaba. No he vuelto por si lo haz pensado. Son mis trancos que me llevan. Me tiran y devuelven al mismo álveo.

Ni piedad, ni frío en los dedos del pie. Ni un goce extraviado que se encuentre con mi aflicción. Casi nada se compara con el paso de la mujer violenta. Acaso su cintura tan menuda. Puede casi deshacerse con las yemas.

La muerte no nos concierne. La nada o la evidencia. ¿Que nos hará cambiar?




jueves, 4 de diciembre de 2014

Flor estañada.

Si pudiera enamorarte de nuevo, sería mas cruel, mas insasiable mi pericia.
Ataría con mil vueltas de mi lengua a tu cuello un nudo. 
No volaría tan ligero mi pensamiento cada sonrisa que se me escapa por pensar en nimiedades.
Ni fueran tibiezas a solas contigo mis intimidades.
Si de nueva vuelta me encontrara entre tus brazos.
Me arroparía con ellos un abrigo que calmara el frío.
Contaría los lunares, las venas y los vellos una y otra vez hasta poder localizarlos ciego.
De mis heridas costras caen vueltas polvo, el mismo que me sacudo.
Fuera de mi la sangre sucede en otros cuerpos, a son de mar.
Dentro de mi duerme un coma entubado.
 Las fotos ya no esparcen el ego dañado que parecían reparar.
Cúmulo de himnos pasados son mis silbidos en esta esquina de cuarto.
Mitades de hora, cuartos de día pasan como soplando la llama que no quiere extinguirse.
Huye como huiste entonces retrato hermoso a buscar tu cuerpo.
Finge la muerte de dos amantes que son enterrados en lugares distantes.
Mis deseos vuelven, regresan a la caja de polvadera; costras y greñas, palabras huecas,
sueño apagado, maquetas chuecas.

Y la playa espere nuestro regreso, como omitiendo que no fuimos nunca.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Caléndula marchita.

Ojalá aquel horizonte de montañas que miro sean tus pechos. Y derribado aqui en las arenas de tu vientre no reciba mas promesa que el sol de tu mirada, ni mas plegaria que la luna jugando entre tu boca. Tu cuerpo que es desierto a ratos enfría mi ser delirante, hierve mis espasmos, entibia mi camino, calienta mis pasos.
Esta soledad que hoy me aqueja. Muy a mi pesar de las lecciones que trajeron consigo. Me quebranta por completo. Ya no se trata de extrañar  porque el viento entrega aquello entregado, regalado, si acaso prestado. Y el camino no se cansa de lamer las suelas como helados, los charcos como sorbetes, la ciudad a tragos. Un pasado que no deja de sucederse. No es el tiempo, es la desesperanza. Ya nada queda ahí, ni aquí ni allá. Tanto bosque por atravesar y tan poco acompañante que haga testimonio del tranco y del aullido. Mas me quejo pero sigo en la ciudad. Esta enfermedad que no tarda en revelarse como epidemia o como peste. Y si entonces la hubiera, tiempo atrás, seguro suena como un disparate de novedad. Aquello que el hombre inventa para excluirse de su integridad. 

Soy bala del cañon que me dispara.
 
Hay un estrépito que me parte las venas, ubica mi sangre apenas nada y si de regresar se trata cuando miro la semilla miro tu mirada. Fríe el cuerpo entero mío, mío y tuyo, con el pesar que te precede.
¿Es qué no reparas que me voy cada mañana que te levantas?
El calmo paso que te lleva al camellón te ha de acompañar siempre, siervo androide no interrumpe las cálidas horas. -Ahí va aquella puta, cargando la cruz que le tallamos- se escucha decir. Idílico sello que es su espalda, le adorna el sol como le adornan dos girnaldas. ¿Mujer que te trae?' No consigo entenderte en mi interioridad. Para mis afueras sonrío como si la vida me sonriese así. ¿Muñeca porqué has venido hasta acá? Las calles se convirtieron en calendario. Las 9 cuadras de la casa al metro, las mismas que ya no te miran. Buscaba un pretexto en realidad. Para acercarme, para saber de tu vida. Es que cuando uno ama siente el delirio por confirmar la existencia del ser querido. Es que acaso no me amaste con tanto fuego. Es que tal vez si contaste el tiempo. Ni una figura mas de tu sombra me aqueje luego de sentirme pleno. Pleno a medias, de tu sonrisa un vuelco. De tu memoria un tedio, a tu visión un zepelio. Ya que importa el tiempo. Si me lo digo es porque pasaron los años y la muerte no ha cobrado aquel importe. A la justicia voy recio.
Mirame aquí, donde me dejaste, en la escena del crimen, ese crimen que es tu sexo. 
 
Toma mis alas rotas que de nuevo soy oruga de éste camino al capullo. Éste regreso a la pupa.
Con tus manos cava la tumba, cava el sepulcro. Cava con el cuenco de tus manos para recoger con ellas agua después. Convierte la cripta en pozo. Transforma la lluvia en turbias nubes que se pierdan con el mar.
Salgo a las calles a cantar, a caminar, a mirarlos a los ojos. A todos. A todo par de cuencos salados. ¿Y sabes cómo regreso? Mas roto, como cascajo de ruina. Mas solo, como tapa sin tapadera. Mas loco, como solo mi locura puede compararse con el rostro de la mujer abatida por la desesperanza.
Desesperanza. Es eso lo que siento y no más. Olvido del mundo que ayer me abrazaba. Apatía de mis propios sentimientos intentando entenderse, codificando el acontecer gestual. Complicado trabalenguas que son mis brazos cuando decides irte. Articulado a veces, desarticulado casi siempre mi paso y mi trino. Eso y punto final.
Despierta camándula. Replica el vuelo interrumpido. Reaunda el verso dicho a medias. Abre los ojos que aqui te espero. 


Soñaba un reloj, a ritmo de gotera en soledad. Le escuchaba muy cerca. Interminable, apasible. Soñaba un reloj. No era de cuarzo. No era de arena. En su finisimo tic tac me palpitaba la cabeza entera. De lobulo a lobulo se paseaba. Aquel reloj eran mis sienes. Era mi sangre dando vueltas.

viernes, 4 de julio de 2014

TIerra inerte.

Pero mi vida es mas como el vaho de la ventana, que tras el aliento se demuestra ausente y por mas forma que den los dedos al mensaje solo aquel que miró su rastro puede verle.
Somos todos diapasones, somos creacion y somos verso, somos lluvia y vendaval, cuerpo demacrado y terso.
No venimos a enterarnos del equivoco por la boca del ajeno. Si tenemos cuerpo propio y una personalidad en obra negra vamos a embarrarnos hasta el mentón del ser y existir que es un supuesto. Algunas veces ser aunque parezcamos morir. Algunas veces vivir aunque parezcamos no existir.
Dobla el paso de tu cama al sanitario y verás el paso urgente del migrante derivante.
Aquel hombre ahora niño sin talento figurante.
El mejor futuro que de tus bigotes pende.
Los lujos y arrebatos con sabor a muerte.
La extinción cínica y obvia que ésta tierra vive inerte.
A la espera de un millar y otro mas, y otro y otro hasta que el viento miente.
Y decanta su tirano paso en el marchito vientre.
De ciudades y caminos todos quietos, ni uno verde.
Lloro el trino, canto un grito, murmullo el espasmo, bramo al verte.
Que terrible es estar vivo y no entenderte.
Comunicarnos y reirnos pero no prudentes.
Hurga, rasca y roe hasta que alguno encuentre.
El manual inexistente para el hombre negligente.
Que no se comprende ni el mismo, ni su ego, ni su muerte.
Si acaso el arte que deja a su paso, tras su tranco indiferente.


martes, 18 de marzo de 2014

Mujer violenta

Días de carnaval entre tu y yo. Días de curados; de fresa, de piña, de apio. Días de pozole. 
 Carrufos de marihuana, limones anaranjados, lunas escandalosas.
  Posiblemente la conocia ya de otra vida. Me lo digo y pasa voraz como una arpía.
   Revisto este plumaje corto que me dio mi padre. A volar no me enseñaron. 
El cielo en su totalidad me lo mostró ella.    Treta a treta vamos aligerando el vuelo. El impaciente vuelo de regreso a casa. 
De madrugada se hacen extrañar las cosas, las personas, los objetos añadidos a ellas. Pensé el volatil curso de mis andadas cuando le tomaba la cadera.   Y cada punto negro salpicado en su piel siendo el valor agregado de las musas mas sutiles. 
Aquel verbo, aquel nido, aquel cuello. Aquella patria que son sus senos.

Ni una mirada mas me aguanta la salvaje niña de cabellos negros
Azota un grito al fiero paso de una leona hambrienta de pasion y celos.
Rie y corre, no lamenta heridas hondas,  brinco a brinco le desgarro el velo
Un minuto tras de otro. [Tiq-toq] Arruina mi vida mujer de ensueño.

Pasaron tres horas, una sin ella, otras dos también. 
Cae la noche y un destello en el mero cielo le adorna a la mujer violenta.
El paisaje que le calza. Sereno y matinada.
Escapa de mis sueños. Dame el manual del desencanto.
Rompe mis párpados con las yemas. Ten piedad silueta cruenta.



...Soy sin ella sol marchito. Soy canibal, soy un cristo.

lunes, 3 de marzo de 2014

Sangre de mi corazón

Dormir cien años abrazado a ti y al despertar contartelo todo. Platicar del tiempo.
Recargar los labios parlanchines en el cartílago de tu oreja. El pecho llano y debajo las costillas engranadas. El cabello enmarañado bien resguardado por una nuca cálida y ligeramente húmeda. Los muslos suaves bocetando la calma del bosque a luz de luna. Un saludo y un adiós en la carne magra de tu boca.  Mujer libre, creadora de vida, huracán sin nombre, sangre de mi corazón.
Diluye mi cuerpo en el tuyo. Explícame el origen de las cosas. Duerme arriba de mi.
Llega la noche y ya son costumbre mis manos rodeando tu cadera. Diciéndote te espero.
Con el oído muy atento al latido firme. Los ojos contemplativos. El olfato agudo de afrodisiaco. La boca sedienta de ti. Yo te esperaba todos los días que no estaba para nadie. Guardé muchos abrazos. Muchos "te quiero". Me escondí muchas risas también. Nadie conoce mi risa tan bien como tu.
Pasan los días, y en esa eternidad que son sus ojos, observo un lado mío que el espejo no me deja ver.
En aquel rincón que somos tu y yo recostados, suceden un mar de cosas. Ahí aprendí a amar. Aprendí a valorar. Me olvidé de tantas cosas por darle un lugar en mi memoria a mis días contigo.
Eres fuego y eres brisa. Eres la humildad y la rabia del sol.