jueves, 14 de febrero de 2019

Las personas que elegí perder.

Las esquinas de un cuarto nunca son apreciadas.

Conocí la conveniencia mutua, la palpé en sus grietas finas y me revolqué en sus desproporciones.
Me leí en los rostros el interés y la indulgente fantasía de la intimidad.
Quisiera no sentir esto pero la razón siempre se apropia al final. Ni el sentido mas emotivo ni la sensibilidad humana han podido resistir los embates del intelecto.

El empecinamiento en el deseo desata la ira más profunda en el interior del apasionado.
Pero también la templanza contiene sus temperamentos fortuitos.
El semblante de mi oratoria dará fe de este fenómeno. Ahí podrás encontrar el encuentro de mis goces, las simulaciones de mis estrépitos, la tierra que me sostiene.

He dejado de pensar que algo ulterior me subordina. Ya no pienso mas esa brecha que me mantuvo separado del instinto.
Una vez adaptado a nuevos fines mi sombra buscó cuerpo. Me resguardó en la palabra. En el cielo oscuro y sus venas trazadas.

Mis recuerdos:

            "La pensaba todavía acostado en la duela
            el suelo de barco con los pasos       
          retumbándome las muelas
       De la inmundicia, el humo de cigarro
       delgado el aire mi cabeza acaricia
     Después de mi ajetreo conocí
     a la mujer que arrebataría mi morbo
    mis miedos la alejaron del escombro
    y el primero que  besó su hombro
    en vitrina la exhibió y le dio cohombro


         Represiones provocaban
       el infierno de soñarla
         que con otro cultiparla
        mientras sus cabellos arla
   acariciando ristras
    enristras dudas ocultas
     pero no indultas la crasa boca
          rozas la bocaza que es supina
         los ojos de ave
         y la voz de ruina
             por dentro va renqueando
            fuera va trotando duro
       iba con aliento seco 
      de haber mascado despojos
    deshojo las manías de mis manos divinas
  intacto llega el retrato torcido a mis manos."


Son aquellas impresiones las que me prolongan.
Sin la humedad de los recuerdos me sobra el cuerpo.

martes, 27 de noviembre de 2018

Humo fragmentado

Soy hijo de la revolución sexual;
Atemporal de un mundo que no es mío
El aire que habita tu sombra.
El hábito en tu deseo

El humo olvidó la orma de mi boca.
La sangre reventando el río.


Un funesto dolor, ayes de dolor profundo
La insolente práctica de la decidia
Los parámetros de tu resentimiento

Si no es justa esta venganza
Libra el peso de mi cuerpo
Que lo mismo tardan
El ocaso y el alba
Romper en pedazos el terco cuerpo
Esas glorias repartidas
De aquel aliento exhalado
Simulan nuestras vidas
Desfragmentando el pasado.

La boca como martillo
Los lunares como clavos
La boca destrozada de fricción
Porque no solo el frío parte los labios.





sábado, 13 de octubre de 2018

Retroestrépito

Solo estoy cerrando los ojos, soñando despierto. 
Recuerdo mis días. No porque dominaba. 
Nunca se me cuestionaron los antebrazos tensos, los ojos divagando. Los muslos como trotando. Los dientes hundidos en la carne. La lengua dando tumbos. Las espaldas arqueadas.
Me hubiera esperado un tantito más. 
Que se deslizaran nuestras historias por el suelo. 
Que descuidados zapatos destrozaran su habitual forma. 
Que la lluvia disolviera a pedazos la pulpa.
Ya no voy a sentir algo igual. 
Hubiera anticipado el temporal. Seguido al sol.
Me dueles en la extremidad amputada. 
Ya ni fabricar historias porque la consciencia es implacable. 
Solo recordarte transcurrido mi fatal destino. 
De aquella vida que elegiste mía. 
Mis pasiones descifrando el eco. 
Esa tinta en tu saliva, vaho de vino seco. 
Quedaste impregnada. De manera casi absoluta. 
Son remedos las que te suceden. 
Movimientos sin convicción, bocas tibias. 
Cuerpos sin fascinación, ausencia ígnea. 
Moriré esperando otro simulacro de tu temporal más bravo.
Aquí en el apando. Mi infierno bocetado.
Divisando como linea a línea te conviertes en bosquejo. 
Simplificando tu rostro hasta que solo queda un dejo. 
Y en el mar de mi cabeza estrelle su reflejo. 



domingo, 23 de septiembre de 2018

De quien se esconde de la lluvia.

Odio cuando tiene novio y hace como que el mundo escucha sus plegarias. Odio también en su mirada esa tilde que lleva la ceja izquierda cuando le preguntan si está sola. De alguna manera son odio los recuerdos que tengo del olor de su bolsa una tarde por las colonias de moda. No se diga de la manera en que inclina su cabeza 75 grados hacia el cielo y finge pensar en él. Aunque en realidad piense que pensará la gente acerca de su amorío. Una vez encaramada en una relación se calla una mitad que revela para sus muertos. Si alguien sobrevivió a su paso recordará su porción de locura. Como se eclipsan sus ojos llenos de lujuria.  La dulzura de sus pies dando vueltas en el aire. Como un molino que se deja arrasar por los vientos y resuena sin cansarse. Su rechinar se escucha. Su risa que llena de recuerdos la casa. Y sus habitantes dando brochazos al infinito lienzo que demuestra ser su cuerpo. Otra llama mas secreta aun esconden sus rebeldes cabellos de los cuales se asoma un ojo medio apagado pero bastante curioso. Una mirada apática que recorre el mundo. Un cuello como de víbora que cambia su piel por temporada. Tiene sus muchos amigos que le hacen saber que no pisa las banquetas sola. Ella lo hace y a cada tranco reafirma el anterior y va construyendo así su paso como una maquina de vapor. Hubiera querido verle trastabillar a un lado del metro, o verle bailar un tango solitario que para el amanecer fuera milonga. Hubiera querido tocarle los pies con mis manos todavía adolescentes y lavárselos como un cristo. No la atendí lo suficiente, no pude darle lo mejor de mí. No sabía mis virtudes.  Como hubiera querido ser su compañero.
Tras decepciones, sobre ella me escribí una historia cuya mitad tuvo tiempo en lo que parecía mi felicidad y sobre aquella estructura me construí toda una tesis que no termina de escribirse.
El recato odio que en algún momento se declaró amor profundo, tuvo raíz que en su camino al fruto dejó semilla. El mismo sol que nos dio vueltas dio calor al grano y quemó la fruta. Y como un circulo enorme que se traza y da la forma de una línea infinita, como un horizonte que no acaba. Aquel circulo bosquejado y con dos partes opuestas , cada una en un extremo, así lo que parecían ser cosas distintas resultaron ser la mismas.
Aquel hijo que no tuvimos y cuya responsabilidad pareció caer por entero sobre de mi, creció, se hizo niño, se hizo púber, se hizo adolescente también. Se manifestó como lo sigue haciendo y seguramente seguirá haciéndolo en mi vida en muchas ocasiones. Cada resto, cada gesto recibido, cada sonrisa encontraban lugar en mi escucha, le di refugio en mis brazos, y en mis palabras encontró alivio.
Las noches que deliraba con encontrarte trajeron consigo las situaciones mas desafiantes para mi persona. Te empecé a recordar con toda tu fatalidad. Cerrando los ojos pude transportarme a aquel ensueño de esos días. Hay olores que me llevan a nuestras aventuras que no son pocas.
Lamento tanto mi estupidez.
Aún así en el recato odio que encarno y suelo representar casi todos los días me lleva a la acción.
Ni la reflexión más profunda me había hecho revirar de esta manera mi vida.
Como una revelación acaso miré nuestra muerte apenas nacíamos.
Lo que sea que represente el amor está en constante cambio y esa incertidumbre le hace perder su valor.
Entre nosotros no existe una expresión, solo recuerdos que se adaptan a nuevos deseos. 

martes, 18 de septiembre de 2018

Galimatías del engañado.

El artesano decora su muerte. Y la muerte llora la injusticia; del genocidio y la eutanasia.

                                                                 (1)

Se llamaba Abdul, medía 1.70 y tenía una voz angelical por no mencionar su cara. Sus labios delataban la prisa que llevaba al salir de casa. Sus manos duras la vida que hubo antes de cambiar su voz, su paso, su manera de ganar la vida. Cuando hablé con él se comparaba con cualquier mujer. Como cualquier mujer. Cosa que en un hombre es algo extraño.
La densa madrugada y el túnel cerrado. Decido acercarme y preguntarle como puedo pasar al otro lado.
- Que lastima que seas hombre. Me caes bien. Eres un hombre lindo
- Eso dicen todos. Yo quisiera estar en tu departamento. Dormir abrazados. Tener un hijo tuyo y abortarlo.
- No serías la primera.
- Eres muy guapo. Deberías hacer ejercicio. Ponerte en forma. Me recuerdas a alguien. Tienes unos ojos hermosos.
- Te los regalo.
Me despedí de Natividad o de Ximena o de Abdul y crucé el tunel y caminé. Como los camiones, como los vagabundos, como el río que debajo entubado duerme un coma, como ella  o él.
Al pasearme por debajo del puente. Sin perturbaciones ni agravios. Me acordé de ésta vida. La que hice mía. O la que quiso quedarse a mi lado. Ésta vida que la familia quiso privarme. Reprimirme conocer gente sincera. No la que sale a la luz del día. Ésa no siente mas que el paso conveniente que lo lleva al placer de un modo mecánico, casi metódico. Ésas personas sienten no otra cosa mas que la marcha de millares que son como una procesión inútil. Ésa gente nunca me interesó sino la que espera la noche y el silencio humano. La que acompaña el luto del mundo. La que sangra tanto como las veces que ha hecho sangrar. La que aguarda para descubrir el dialogo en sus vicios.
Leí un artículo hace tiempo de un psicoanalista famoso. Decía que las mujeres deben escribir su propia historia, componer su propia música, sus propias reglas vaya. Ésto debido a que lo que crean está sujeto a una plataforma masculina, "fálica" había escrito con énfasis el autor de dicha hipótesis. Tal artículo me remontó a la historia femenina que de los dos escribiste, si no por largos intervalos, el final en definitiva llevaba tu firma, tu firma roja de labios rotos.

Hace unas horas me decía mi padre que el abandono de las personas es un regalo personal. Un regalo para hundirte en la fascinacion del tiempo propio. Apoyo la filosofía y decido no hacerla mía. No todavía. No aún porque no logro curarme. No puedo pensar mi soledad como un regalo. La ausencia que dejó no fue algo que sus manos quisieran, ni construyeran. Fue el cauce del riachuelo joven y terco desembocado en un lago quieto y apartado del inmenso impulso que lo orilló a desembocar.

Mis deseos ya no son deseos. Ya no poseo las ganas de llegar a un fin. Me lamento por las muchas maneras de tu adiós. Para mí no lo fueron. Soy un egotista intrigado por la marea del azar que nos arrojó en la misma dirección sin atavios y el lodo que formamos con la arena. El proceso de traducir las olas y las caracolas que nos rodeaban es mi unico idioma.
Todos los días camino la misma secuencia; del zaguán al parque. Del parque al metro. De tu clavícula a mi cuello. De como logré enamorarte sin saber de tu existencia. De como todavia sigues enamorandome en cada detalle que encuentro de ti.
Metro Xola fue donde nos vimos por ultima vez. Ahí mismo me encontré paseando como un loco la estación. Vagón a vagón esperando tu vaho en mi espalda.
Se borró tu espalda curveada de mis manos. Los amaneceres platicando bajo las mismas sábanas. La criolla y el mestizo. Se esfumó todo y de mi no quedó nada.
Aquello que consideré de valor hoy en día son fierros viejos.
El polvo de la ventana me cuenta mas historias. El atardecer que cae encima de mi casa. El carácter del abuelo. Ruina a media ruina. Las ramas rotas. El rechazado social.
El remordimiento encontrará su hogar en mi cabeza. Para una mente tan alborotada no es sopresa sentirse así. Alguien que toma la vida tan enserio tiene siempre a cambio la moneda de la incertidumbre. Tu la mía en todo caso.
Subo al metro. A la hora en que sólo encuentras hombres. Todos flemáticos. Todos para el mismo rumbo. Todos con tedio.
Cuando el reloj decide aumentar el paso.
Son todas ellas, las mujeres, mera ficción del hombre a través del tiempo. Son el acertijo a resolver. Ellas lo saben. Conocen su poder. El vasto misterio que es su vientre.
Los hombres somos distintos. Nos buscamos la catársis. Cuando la boca no es bravata, masticamos con modestia. Cuando no somos poetas somos almas.

La diversidad y la genialidad están en el otro extremo. Donde ustedes mujeres siguen definiendo su belleza. Ahí donde su locura se difumina con ustedes mismas. La maravilla del ser humano son ustedes. La pagina delante. La primer azada.

                                                                   (2)

Me la he pasado dormido. Como aquellos días tristes. De los grices la gradación mas larga. Éstas horas sombrías contrastadas por jacarandas, por ciruelas y granadas. No hay dignidad en la decadencia dice el humano y arranca el fruto con la mano desgarbada.
A mi no me quedaron amigos. Me dejaron sin brazos y sin ganas. Soy un lobo estepario. Tengo dos colmillos. Cuando no cortan carne cortan el aire que respiro.
-Ay nos vemos- Dices con tal desfachatez que no puedo escribirlo bien.

A paso de torero herido en el patio de mi idilio, te olvido. Ya sé que no puedo. Si bien lo intento como tu lo haces. Como seguramente lo haz venido haciendo estos años. Ayer me ve tu madre como se mira algo extraño que volvió y no se esperaba. No he vuelto por si lo haz pensado. Son mis trancos que me llevan. Me tiran y devuelven al mismo álveo.

Ni piedad, ni frío en los dedos del pie. Ni un goce extraviado que se encuentre con mi aflicción. Casi nada se compara con el paso de la mujer violenta. Acaso su cintura tan menuda. Puede casi deshacerse con las yemas.

La muerte no nos concierne. La nada o la evidencia. ¿Que nos hará cambiar?




jueves, 4 de diciembre de 2014

Flor estañada.

Si pudiera enamorarte de nuevo, sería mas cruel, mas insasiable mi pericia.
Ataría con mil vueltas de mi lengua a tu cuello un nudo. 
No volaría tan ligero mi pensamiento cada sonrisa que se me escapa por pensar en nimiedades.
Ni fueran tibiezas a solas contigo mis intimidades.
Si de nueva vuelta me encontrara entre tus brazos.
Me arroparía con ellos un abrigo que calmara el frío.
Contaría los lunares, las venas y los vellos una y otra vez hasta poder localizarlos ciego.
De mis heridas costras caen vueltas polvo, el mismo que me sacudo.
Fuera de mi la sangre sucede en otros cuerpos, a son de mar.
Dentro de mi duerme un coma entubado.
 Las fotos ya no esparcen el ego dañado que parecían reparar.
Cúmulo de himnos pasados son mis silbidos en esta esquina de cuarto.
Mitades de hora, cuartos de día pasan como soplando la llama que no quiere extinguirse.
Huye como huiste entonces retrato hermoso a buscar tu cuerpo.
Finge la muerte de dos amantes que son enterrados en lugares distantes.
Mis deseos vuelven, regresan a la caja de polvadera; costras y greñas, palabras huecas,
sueño apagado, maquetas chuecas.

Y la playa espere nuestro regreso, como omitiendo que no fuimos nunca.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Caléndula marchita.

Ojalá aquel horizonte de montañas que miro sean tus pechos. Y derribado aqui en las arenas de tu vientre no reciba mas promesa que el sol de tu mirada, ni mas plegaria que la luna jugando entre tu boca. Tu cuerpo que es desierto a ratos enfría mi ser delirante, hierve mis espasmos, entibia mi camino, calienta mis pasos.
Esta soledad que hoy me aqueja. Muy a mi pesar de las lecciones que trajeron consigo. Me quebranta por completo. Ya no se trata de extrañar  porque el viento entrega aquello entregado, regalado, si acaso prestado. Y el camino no se cansa de lamer las suelas como helados, los charcos como sorbetes, la ciudad a tragos. Un pasado que no deja de sucederse. No es el tiempo, es la desesperanza. Ya nada queda ahí, ni aquí ni allá. Tanto bosque por atravesar y tan poco acompañante que haga testimonio del tranco y del aullido. Mas me quejo pero sigo en la ciudad. Esta enfermedad que no tarda en revelarse como epidemia o como peste. Y si entonces la hubiera, tiempo atrás, seguro suena como un disparate de novedad. Aquello que el hombre inventa para excluirse de su integridad. 

Soy bala del cañon que me dispara.
 
Hay un estrépito que me parte las venas, ubica mi sangre apenas nada y si de regresar se trata cuando miro la semilla miro tu mirada. Fríe el cuerpo entero mío, mío y tuyo, con el pesar que te precede.
¿Es qué no reparas que me voy cada mañana que te levantas?
El calmo paso que te lleva al camellón te ha de acompañar siempre, siervo androide no interrumpe las cálidas horas. -Ahí va aquella puta, cargando la cruz que le tallamos- se escucha decir. Idílico sello que es su espalda, le adorna el sol como le adornan dos girnaldas. ¿Mujer que te trae?' No consigo entenderte en mi interioridad. Para mis afueras sonrío como si la vida me sonriese así. ¿Muñeca porqué has venido hasta acá? Las calles se convirtieron en calendario. Las 9 cuadras de la casa al metro, las mismas que ya no te miran. Buscaba un pretexto en realidad. Para acercarme, para saber de tu vida. Es que cuando uno ama siente el delirio por confirmar la existencia del ser querido. Es que acaso no me amaste con tanto fuego. Es que tal vez si contaste el tiempo. Ni una figura mas de tu sombra me aqueje luego de sentirme pleno. Pleno a medias, de tu sonrisa un vuelco. De tu memoria un tedio, a tu visión un zepelio. Ya que importa el tiempo. Si me lo digo es porque pasaron los años y la muerte no ha cobrado aquel importe. A la justicia voy recio.
Mirame aquí, donde me dejaste, en la escena del crimen, ese crimen que es tu sexo. 
 
Toma mis alas rotas que de nuevo soy oruga de éste camino al capullo. Éste regreso a la pupa.
Con tus manos cava la tumba, cava el sepulcro. Cava con el cuenco de tus manos para recoger con ellas agua después. Convierte la cripta en pozo. Transforma la lluvia en turbias nubes que se pierdan con el mar.
Salgo a las calles a cantar, a caminar, a mirarlos a los ojos. A todos. A todo par de cuencos salados. ¿Y sabes cómo regreso? Mas roto, como cascajo de ruina. Mas solo, como tapa sin tapadera. Mas loco, como solo mi locura puede compararse con el rostro de la mujer abatida por la desesperanza.
Desesperanza. Es eso lo que siento y no más. Olvido del mundo que ayer me abrazaba. Apatía de mis propios sentimientos intentando entenderse, codificando el acontecer gestual. Complicado trabalenguas que son mis brazos cuando decides irte. Articulado a veces, desarticulado casi siempre mi paso y mi trino. Eso y punto final.
Despierta camándula. Replica el vuelo interrumpido. Reaunda el verso dicho a medias. Abre los ojos que aqui te espero. 


Soñaba un reloj, a ritmo de gotera en soledad. Le escuchaba muy cerca. Interminable, apasible. Soñaba un reloj. No era de cuarzo. No era de arena. En su finisimo tic tac me palpitaba la cabeza entera. De lobulo a lobulo se paseaba. Aquel reloj eran mis sienes. Era mi sangre dando vueltas.